14/12/08

Viajando a la Antartida

BUENOS AIRES va haciéndose chiquita de a poco. Las luces de la costa se borronean en las fotos. Es un paisaje infrecuente, sólo relacionado con los viajes a Uruguay; Pero los 260 pasajeros recién embarcados en el crucero noruego Nordnorge no vamos a Colonia, sino un poco más lejos: a las Islas Malvinas. Y después, a las Georgias del Sur, en camino a la Antártida. Altamar es un lugar extraño. No hay países ni banderas ni moneda, sólo mar por donde se mire. Y una amabilidad general, que parte de la tripulación filipina y se extiende a los turistas: 68 alemanes, 50 estadounidenses, 35 británicos, 29 brasileños, 21 noruegos y 5 periodistas argentinos.Tres días de navegación pasan rápido. Nos perdemos en el horizonte, con escalas en el comedor, el café, el bar, las reposeras de la cubierta 5, el jacuzzi de la 6, el salón panorámico de la 7 y las salas de conferencias, que ofrecen cuatro charlas al día, en inglés y en alemán.En la mañana del cuarto día se ve finalmente tierra. Lo primero que aparece es un faro. El líder de expedición anuncia que estamos cerca de Westpoint Island, una islita que los mapas argentinos llaman Remolinos, en el extremo noroeste del archipiélago.La acción está por comenzar. Tras bajar dos pisos alfombrados, accedemos a la bodega, en la cubierta 2. Uno a uno vamos pasando nuestras identificaciones por una máquina que dice “good-bye” con voz electrónica. Nos calzamos las capuchas y salimos hacia los botes en tandas de ocho.Cuando el octavo pasajero sube al Polar Cirkle, el conductor filipino arranca sin piedad. En diez segundos estamos todos absoluta y cruelmente mojados. Pero no importa: ya se ve la playa.
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